lunes, 23 de julio de 2012

somos pequeños calabozos

Eres como un sable invisible que me atraviesa como las gaviotas que picotean las sobras de mis manos, manos que se disuelven en agua hirviendo por no poder tocar una canción inaudible. Hermosa tu letanía, tu lejanía, tu almohada en la tina. Hago caso omiso a la obligada estupidez del nacimiento, pecado transversal de la mente y del oído prisma que deambula por nubes nebulares, somos pequeños calabozos de pensamientos reales por ende poco razonables, comiendo y matando gente revolviendo el gallinero como dijo mi abuela, como que te canto un bolero en silencio pero siempre en silencio, porque así te conocí y así nos despedimos todos. Final del discurso, que más que poema parece mierda con colores de mentira, pero prefiero reír antes que rezar y prefiero sentir antes que olvidar y morir con el tiempo o que el tiempo muera contigo, con nosotros, en fin, que nos lleve el rio si es que en la ciudad aun no se secan tus ojos de tanto mirar el sol, que no supo contemplar lo bello de un día gris.

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