jueves, 17 de febrero de 2011

Desde la montaña al infinito...

Son las líneas de tus manos que me abrazan sobre las pulgadas de los cerros, una bocanada de estrellas, entre el púlpito de una ciudad que ya vimos y hacia otra que no vamos, por que no fuimos de ella, luego la perdimos en la siguiente parada desollada por trenes secos moradores y grillos rendidos por la distancia, una casa evaporada nos libra de tanta letanía industrial y de gente que solo sabe amar lo que no ve, con el brillo del sauce sigo por el riachuelo hasta tu zaguán perpetuo cerca del lazo que traza la luna en tu oído encañonado al espacio que desemboca en mi hálito brahmánico intocable por las castas de otros colores y otras distorsiones, es decir que por la noche cuando amanece en la misma noche, te llevo al punto en donde brotan palabras del granito, para caer desde la montaña al infinito.

jueves, 3 de febrero de 2011

Ventanal de una casa almidonada...

Me molesta tanto haber perdido el brillo de los pisos del valle, hallé mucha gente rodeando el nido, sin ojos, cuello, sin destino,¿Cómo es que este delirio no me deja?
Hace años que caí en esa bandeja, suelen desaparecer aunque los nombre y si no estuviera por ahí así, lo digo sin reproches, ni caprichos, la vida y su puto acertijo es tan puramente descifrable, como los postes en islas de arena cortada y sombras de ventanal en una casa almidonada.

¿y si el cielo fuera menos?...

Sobre un papel imaginario tantas palabras que no existen, tantos recuerdos que se visten de miradas que van hacia miles de momentos que no quisiste, que no viviste, ¿Cómo decirte lo que perdiste? Zapatos dorados de alpiste, ¿es que acaso creíste? Siéntate y mira como fuiste, después de pensar y pensar, después de soñar y soñar, te tocan las trenzas, te muerden la nuca, a latigazos el verso desde la cañería al portón, olvidemos por un segundo el momento que te engatusa, te grita y te usa, se te pega y abusa de lo que habla con el suelo, ¿y si el cielo fuera menos?

Como un suertudo caimán albañil...

La ventisca abrazo tus pasos tranquilos, esa mujer que pasó, se llevo a tus hijos y no te vendió las canciones que tanto lloraste, ese gigante que sale desde el terciopelo quemado, ahí en aquel pasamano sombrío, ahí no se quedara. No quiero nada, por que nada perdido esta. Labrar el podio sobre ese roble tan sensual, que se come el tragaluz, solo deja un pequeño espasmo en la eternidad, como un suertudo caimán albañil, que maneja todo los surcos y deguella a todas las nubes.